Teresa Goig Real

Nace en Alicante en 1950 en una familia obrera. Cursa estudios primarios -en la escuela púbica y en las monjas- y el bachillerato laboral. Pasa de Testigo de Jehová a simpatizante comunista hacia 1967. Al tener su primer hijo debe abandonar la empresa por incompatibilidad de horarios y consigue entrar de pinche en el que luego se llamará Hospital General Universitario. Con 24 años la nombran encargada de pinches. Hacia 1977 inicia la actividad sindical en CCOO formalmente. En los años 90 colabora brevemente con Izquierda Unida. En 1981, tras unas elecciones, se convierte en una de las primeras seis personas a nivel nacional ‘liberadas’ por el Insalud. Desde Alicante, se centra en la organización de la Federación de Trabajadores de la Salud del País Valenciano, que culmina en 1985. Ha sido presidenta del Comité de Garantías de la Federación de Sanidad de CCOO.

Testimonio recogido y comentado por Dolores Sánchez Durá en 2004.

Teresa Goig nació en Alicante en 1950, en el seno de una familia obrera. Es la hermana mayor de cinco hermanos, con un padre que trabajaba en Manufacturas Metálicas Madrileñas y una madre que, en ocasiones, tuvo que salir a ganarse la vida limpiando casas. La imagen de su infancia es «claroscura». La figura paterna se hace muy presente y Teresa establece con ella un diálogo rico que, a través de una madeja de identificaciones, unas positivas y, otras, negativas, aporta un significado especial a su propia vida:

Mi padre, lo digo porque eso ha tenido mucha influencia sobre mí, es un hombre al que yo le admiro muchas cosas […]; pero al que le reprocho muchas cosas. Mi padre era un dictador absoluto, hasta extremos insospechados. También tenía otras ventajas, era un hombre que se ganaba la autoridad.

En el espejo del padre, Teresa reconoce algunos de sus rasgos de carácter: la rebeldía, el deseo radical de encontrar razones para hacer las cosas, etc. Recuerda con admiración que su padre oía en los cincuenta Radio España Independiente, que fue jurado de empresa toda su vida y tuvo muchos problemas. «Lo sancionaron dos veces por meterse en follones. Claro, fíjate, te estoy hablando de los años 50 y 60». Su madre también se cita desde un sentimiento de ambigüedad y cierta sensación de desazón. Por un lado, se afirma el cariño de la hija, Teresa, que llega a calificar de «ceguedad por su madre»; por otro, hay un lamento ante la falta de personalidad de la misma y su sometimiento al padre que la hizo, siempre, estar del lado de él y, en cierta manera, insensible ante las demandas de la hija en los enfrentamientos que en la adolescencia y en la juventud mantuvo con este. Aunque duda al decirlo, no cree que «tenga muchas cosas de mi madre».

La enseñanza primaria la cursó en dos escuelas: la primera era un colegio estatal, el Colegio Campoamor, y la segunda, el Colegio de las Teresianas. El cambio de colegio fue consecuencia de un cambio de domicilio y de barrio. A través del sindicato vertical -el padre, como ya hemos dicho, era jurado de empresa- consiguen que se les asigne una vivienda en el barrio de Montoto, que había sido promovido en 1944 por la Obra Sindical del Hogar. Hay un cálido recuerdo a una maestra de su primera escuela, de la que piensa que escapaba a las actitudes autoritarias que marcaban la sociedad de los años cincuenta. Aunque Teresa califica a su familia corno la típica familia obrera de los años cincuenta, sin embargo, sus orígenes no son los que corresponden a este estatus. Su bisabuelo paterno era de Valencia y catedrático de universidad, pero fue enviado a Alicante porque mantuvo una relación extramarital con su sobrina. Su padre, pues, fue hijo «ilegítimo» y Teresa afirma que esta historia es producto de una moral hipócrita de ‘golpes en el pecho’ que esconden unas prácticas bien diferentes. Teresa no siente ninguna vergüenza por sus orígenes y, por el contrario, habla con claridad de ellos. La religión ocupa un lugar importante en la historia de esta familia y de la propia Teresa. Además de tener dos tías monjas salesianas por parte de su padre y un abuelo muy practicante, en el año 64 o 65 la familia cambia de religión y se convierten en Testigos de Jehová. Ella tenía 14 años: «me converti en la primera publicadora, la primera predicadora, la primera oradora». Su pertenencia a esta nueva fe, que coincide con su último año de permanencia en el Colegio de las Teresianas, le acarreó algún que otro conflicto en la escuela.

Teresa, después, ingresa en Banca y Bolsa, una Escuela Sindical -del Sindicato Vertical- para cursar el bachillerato laboral y allí permanece dos años. A los quince años tiene que abandonar los estudios para quedarse en casa a cuidar a sus hermanos, porque su madre, debido a la enfermedad del padre, debe ir a limpiar casas. Teresa dice que «Ia sacan», a pesar de que la directora se opone y quieren darle una beca para ir a estudiar Bellas Artes, porque dibuja muy bien. De manera discontinua encuentra algunos trabajos y su padre le compra una máquina de escribir para que se prepare para encontrar un trabajo más cualificado.

Mi padre tenía las ideas muy claras. Además, no… Mi padre no era de los que aspiraban a que me casara, saliera de casa y quitar una boca de en medio. Además, siempre ha favorecido, no ha favorecido, sino que siempre nos ha obligado a leer…

Por fin, el 1 de enero de 1967, después de hacer unas pruebas, la contratan en una fábrica de maletas, en Viuda de J. Climent. Allí empieza para ella una nueva etapa –«ahí empezaron mis problemas»-, porque en la oficina de la empresa conoce a Antonio Díaz, militante comunista que empieza de manera sistemática a poner en cuestión sus creencias religiosas. Poco a poco, empieza a sentirse en conflicto, porque ya no cree en lo que predica hasta que en un momento dado decide cortar por lo sano y enfrenta la situación en una conversación, que no debió ser fácil, con su padre: «Papá, tengo que hablar contigo, he decidido que no voy a seguir siendo Testigo de Jehová. A mi padre se le pusieron los ojos a cuadros». Sin embargo, y a pesar de que llega a un pacto con su progenitor, en virtud del cual ella abandonaba la congregación religiosa a cambio de ser considerada como una sirvienta en su casa, su decisión le cuesta cara y, tras una escena violenta con el padre que la golpea con brutalidad en presencia de su madre y sus hermanos, decide abandonar el hogar familiar. Desde ese momento se desencadena un drama doméstico que contiene las líneas de fuerza de la familia patriarcal de los cincuenta y sesenta. Su padre la denuncia por abandono de su tutela sin haber alcanzado la mayoría legal de edad -que se alargaba para las mujeres hasta los 25 años- y, aunque con el apoyo de unos ahogados decide presentar una demanda de emancipación, tiene que, primero, volver a convivir bajo el mismo techo y, después de la sentencia por la que obtuvoo su independencia elegir entre vivir con una tía, o ir a las Oblatas, monjas que se dedicaban a la acogida de lo que se conocía entonces como mujeres descarriadas. El embrollo se resuelve casándose con su novia, Roque, y pasando de la tutela paterna a la del marido.

En esta época Teresa ya habia emprendido una nueva vida y se había rodeado de nuevas amistades. Para entonces ya frecuentaba el club de Amigos de la UNESCO y entre sus conocidos estaban Paco Moreno, Enrique Cerdan Tato, Beviá o Luis Berenguer, es decir, lo que constituía lo más caracterizado de la ‘progresía’ alicantina. Su boda se celebra en el Club el 13 de octubre de 1968, cuando solo tiene 18 años.

La nueva Pareja tiene que ir a la casa de los padres de Roque. El viaje de novios, que realizan en un Seat 600, les lleva hasta Jumilla, el pueblo de los padres de Roque. Recuerda con mucho agrado la vendimia y su estancia en eI pueblo.

Roque era pintor de coches. En un taller de pintura que estaba aquí en Sargento Bello. Empezamos el viaje de novios, teníamos 18 o 19 años. Casarse con 18 años es una experiencia que no la puede saber nadie que no la pase. Es maravilloso. Le sacas producto a todo. Lo disfrutas todo. Todo el summum.

Teresa se sitúa pronto ante las formas y consecuencias de las prácticas sexuales. No puede ni quiere quedarse embarazada y en este asunto también encontramos una Teresa que no se deja llevar por la situación, sino que la enfrenta y trata de resolverla de una manera moderna, escapando a las rutinas preestablecidas.

Voy a hablar con ella [una amiga] y le digo que eso no puede ser. Entonces me dice que hay un ginecólogo en Alicante, que ha llegado de Granada, que sí que receta pastillas. Pero que el problema es que las pastillas solo las venden en una farmacia, y que además las venden bajo manga, en secreto. Y yo le digo que bien, pero que yo quiero las pastillas. Hablamos con este hombre y me receta Anovial 21. Hay cosas que no se borran. Anovial 21 […]. Claro, él te daba una receta, pero no una receta del Seguro [sino] una receta clínica. Las pastillas las tenía que comprar en una farmacia que hay en […]. Entonces, tú llegabas con una receta dobladita y la ponías encima del mostrador. El mancebo, o el farmacéutico o lo que fuera, cogía el papelito y se iba para dentro. Y te sacaba envuelto en un papel una caja. Pagabas y te ibas.

Vivieron con sus suegros en una habitación que les cedieron y Roque se tuvo que ir a hacer el Servicio Militar. Recuerda la fecha sin vacilación alguna: «Él se fué a la mili el día 23 de enero de 1969». Y hasta que lo licenciaron, el trabajo principal era el de ella, que ganaba 5.200 pesetas. Roque pudo trabajar por las tardes y de aquí y de allá consiguieron comprar una casa nueva para ellos. Así, abandonaron la casa de sus suegros cuando en junio de 1970 él acaba sus compromisos con el Ejército, pueden ir a vivir solos al nuevo domicilio y Roque se estabiliza laboralmente en una empresa de coches.

La casa nos costó 279.000 pesetas. Sin muebles ninguno. Para sentarnos utilizábamos el cubo de la basura y el barreño de la ropa boca abajo. Pero lo pasamos muy bien. Además teníamos unos amigos, son los que… Bueno, eran nuestros amigos. Nos sentábamos en la cama los cuatro, los domingos, a jugar a las cartas, con cacahuetes y una botella de vino, y éramos las personas mas felices del mundo,

A partir de entonces se inicia una nueva etapa y el 18 de marzo de 1972 nace su primer hijo. Este hecho propicia, también, el inicio de una reconciliación con los padres de Teresa. Las prácticas ginecológicas de la época, que solían resultar bastante brutales no han sido olvidadas a pesar de los años transcurridos.

Mi madre ya me estuvo visitando cuando me fui a mi casa. Mi madre me planteó que me fuera a su casa cuando salí del hospital, de recién parida. Yo le dije que no, que yo me iba a mi casa con mi marido. “Es que hay que curarte los puntos”. Porque además en aquella época las cosas se hacían muy así. De parto sin dolor nada; pero es que además te pegaban tajos por todos los lados, porque así era más fácil que tiraras al niño y trabajaba menos la matrona.

Con el nacimiento del hijo, Teresa tiene que abandonar la empresa Viuda de J. Climent porque allí se hacía jornada partida y el horario era incompatible con un niño recién nacido. Empieza una época de «trabajitos”: limpiar escaleras, llevar la contabilidad del constructor de su finca, vendedora de productos Avon. En fin, toda la panoplia de tareas precarias v mal remuneradas que las mujeres tenían que desempeñar cuando criando a su prole. En esos días surgió la oportunidad de sustituir a la madre de su mejor amiga en el Hospital 18 de Julio de Alicante, que luego se llamará Hospital General Universitario y que también era conocido como Residencia 20 de Noviembre. Entra de pinche de cocina y durante los primeros seis meses hace frente a un trabajo para el que no tenia preparación y que estaba bajo la supervisión de las monjas

Yo no había hecho nunca un trabajo de ese nivel […] Este tipo de [trabajo]… Era un trabajo sin cualificar, necesitaban gente con mucha potencia, con mucho empuje. Y claro, entrabas allí y te quedabas un poco anonadada. Los niveles culturales eran bajísimos. No es como hoy. Hoy te vas tú a los celadores y casi todos, o un número importante de ellos, son licenciados y diplomados. Lo que pasa es que no encuentran trabajo en su carrera. Pero en aquella época, no. En aquella evoca el número de auxiliares de enfermería que no sabia leer ni escribir era muy alto, en las pinches era del 90%. Claro, se reían de mi.

Transcurría el año 1974 y al finalizar el primer contrato fue recontratada y, un poco más tarde, la Administración le propone hacerse cargo del gobierno de los pinches, al trasladarse la monja que desempeñaba esa función. Teresa reflexiona sobre esta oferta inesperada: “Es que yo en el país de los ciegos el tuerto es el rey. Yo allí era la reina. Sabía leer, escribir, mecanografía, era capaz de pensar„ .» Aceptó y se embarco en una experiencia dura y difícil que, a pesar de algún quebranto de salud, la conduce a convertirse en funcionaria con categoría de técnica media, después de pasar por una oposición restringida o de promoción interna.

Las pinches me lo hicieron pasar… Yo sabría mucho, de números y de letras, pero ellas tenían una experiencia que a buenas horas iba a llegar yo, la última mocosa que había llegado allí, claro, yo tenía 25 años, a ponerles ellas las peras a cuarto. Tiarronas de estas de… Todas de 50, 45…[…] Me lo hicieron difícil hasta el punto que tengo un… me lo calificaron como angina de pecho, pero como era muy joven… […] La angina de pecho la tengo en mayo del 75; en noviembre del 75, el mismo día que muere Franco, yo tengo un aborto, y el 1 de julio de 1976 me cambian de categoría y paso a ser gobernanta, mando intermedio de personal no sanitario. En una oposición muy sui géneris en la que, vamos, nos reúnen en una sala a mí, que estaba haciendo las funciones, a otra compañera que también estaba haciendo las funciones, y a cuatro más. Nos ponen unas pruebas y ya está. Una prueba que son cuatro reglas, dos problemas y hacer una redacción de no me acuerdo qué. Y nos dan las plazas de gobernantas.

Teresa demuestra pronto sus dotes para desempeñar tareas de organización y dirección de personal. Ejerce una autoridad moral que hace que la cambien a menudo de lugar para ir a ‘apagar fuegos’ en diferentes servicios. En 1977, a través de un compañero militante del PCE del hospital, empieza a colaborar con el movimiento sindical, con Iniciativa Sindical, que impulsa CCOO en el centro. Recuerda que empieza a pagar el primer bono que pone en circulación Comisiones y que se distinguía por estar ilustrado con la imagen de una mano con los dedos en V de victoria y una cadena rota.

En las primeras elecciones hubo cuatro candidaturas: una del Sindicato Médico Independiente de Alicante, que integraba médicos y enfermeras, otra de UGT, la de CCOO y la de los Independientes, que fue la mayoritaria. «Bueno, ahí empezó mi andadura sindical. Yo era afiliada de CCOO y he tenido siempre una actividad muy activa». Se presentó por la lista de CCOO, aunque reconoce que casi todos los «progres» iban en la lista de Independientes. En junio de ese mismo año, coincidiendo con les Fogueres se precipitaron los acontecimientos:

Montamos la de Dios. Porque tenías más camas de las que correspondían por número de habitaciones. Teníamos camas en los pasillos, porque éramos muy chulos, y nos encerramos en el salón de actos. Ocupamos el salón de actos y nos encerramos trece días allí. Yo tenía un bebé que era mi segundo hijo, luego estamos hablando… Efectivamente, mi hijo nació en el 77.. Justo. […] Y me traían el niño a que le diera de mamar al salón de actos. Porque yo estaba encerrada y estaba encerrada. Aquí no hay tonterías. Yo no me iba a ir a darle de comer al niño, ni a dormir, ni a nada. Estaba encerrada…

Paralelamente a su consolidación y ascenso laboral se había ido produciendo la de Roque, su marido, que se estabilizó como funcionario de la policía municipal. Teresa decide tener el segundo hijo y confiesa que «ella nunca ha entendido la problemática del aborto, porque yo siempre he dicho que eso lo decide la mujer. Pero es que eso lo decide cuándo los tiene y cuando no los quiere. Y no lo puede decidir nadie, aparte de ella». Su entrada en el mundo sindical no la hace sola, sino siempre en compañía de su amiga Isabel. Ambas se empeñan a fondo, «militancia pura y dura», en la construcción del sindicato de CCOO del sector de la sanidad en la provincia de Alicante. Aunque este compromiso sindical no viene acompañado en el caso de Teresa por una militancia estrictamente política, como era frecuente en la época. Un sentimiento de rebelión ante la necesidad de acatar la «disciplina de partido» la mantiene corno independiente, hasta que ingresa en Izquierda Unida en los 90. Sin embargo, desavenencias entre esta organización y la corriente mayoritaria de CCOO la hacen abandonar. Defiende con firmeza la necesidad de respetar lo que ella llama «las dos casas»; es decir, la autonomía del sindicato con respecto al partido.

Yo siempre he respetado y he defendido que cada casa es cada casa. Y en todo caso yo deberé de valorar las contradicciones que me generan las distintas casas y militar en las dos casas. Pero, desde luego, lo que nunca he querido permitir e intentar que no ocurriera, es que una casa influyera sobre la otra. Y a raíz del 6° Congreso, como había mucha bronca, pues desde el Partido [PCE] se incitaba a organizar la «corriente crítica», y entonces yo tuve una bronca muy grande con el Partido y dije que no, que yo a eso no jugaba… Yo además creo en la independencia del sindicato, lo que pasa es que yo a lo mejor he utilizado mal la palabra, en la autonomía del sindicato para tomar sus decisiones, y que son papeles diferentes…

Sin embargo, Teresa estuvo muy cerca del PCE desde los tiempos en que trabajaba en la empresa Viuda de J. Climent:

..yo conocía a gente del PCE que me merecía mucho respeto. Como Ernesto, Luis Villagarcía, Luis Villanueva. Es que toda esa gente era del Partido. Y era gente con la que yo compartía muchísimas cosas y, bueno, el 95% de los planteamientos. […] Además, yo recuerdo que cuando la invasión de Checoslovaquia terminamos la Carmela, el Juan Querejeda, el Antonio Díaz y yo, borrachos como cubas, llorando como magdalenas, en casa de Carmela. O sea, participaba en todo con ellos, les ayudaba en lo que podía…

En los primeros años de la democracia la coordinación con Valencia en Sanidad era casi inexistente. «Isabel y yo nos incorporamos a la Ejecutiva de la Federación Estatal [de Sanidad] sin conocer Valencia». Hasta la constitución de la Federación de Trabajadores de la Salud del País Valenciano (1985), ambas trabajan en la organización del sindicato de manera muy activa. Como el primer núcleo se había disuelto, ellas reconstruyen ficha a ficha la afiliación, ampliando su radio de acción por toda la provincia: Alcoi, y, a medida que se abren nuevos centro hospitalarios, Elx, Elda, Denla, la Vila…

Entonces éramos «la auxiliar y la lavandera» y eso les sabía muy mal a las clases profesionalmente más altas. Y de hecho los médicos decían «la lavandera» de forma despectiva y para mí se convirtió en un marchamo de… dignidad. En el primer congreso de la Federación yo entro como responsable de organización con Juan Ortega como Secretario General. Y además, yo soy la ponente de estatutos de la Federación, porque entonces las federaciones de País teníamos estatutos propios, no como ahora que tienen los de la federación estatal. Y ahí montamos ya un núcleo… Y ahí estábamos las dos Cármenes, la Carmen Martín y la Carmen Martínez, Juan Ortega, Paca Mocholí y yo. Y fundamos la Federación de País.

En el año 1980 se celebran las segundas elecciones sindicales y, en 1981, Teresa se convierte en una de las primeras seis personas a nivel nacional ‘liberadas’ por el Insalud para realizar tareas de organización y representación sindical. José María Fidalgo, que veinte años después llegó a desempeñar el cargo de Secretario General de CCOO, ocupó también una de las plazas de ese cupo de seis ‘liberados’.

Teresa, sin embargo, no conoció entonces a Fidalgo. El año anterior la había atendido como traumatólogo de la Ciudad Sanitaria La Paz cuando fue ingresada a consecuencia de un grave accidente que sufrió, a la vuelta de unas jornadas de formación en Madrid. Fue arrollada por el tren cuando intentaba subirse en marcha. Se fracturó la columna, pero no le dejó secuelas.

Con su nuevo estatus de ‘liberada sindical’, Teresa se dedicará ya a tiempo completo a las responsabilidades orgánicas, sobre todo en las áreas de Organización y de Acción Sindical, en las que desempeñó funciones tanto en el ámbito de País Valenciano como en el estatal:

Y antes que eso, a nivel de la provincia de Alicante, la Isabela y yo hemos hecho de todo. He sido representante de la CS CCOO PV en la Comisión Ejecutiva del Insalud, cuando estaba Pepe Morant de responsable confederal de institucional. Hemos hecho elecciones sindicales en privada, en pública, en hostelería y en construcción.

Teresa considera que para ella, en tanto que mujer, no han existido «tapones» ni se ha sentido marginada, porque «ha llegado donde quería llegar». Afirma que las mujeres tienen un grave problema, porque «más allá de la cultura machista y de las actitudes de los hombres», ellas mismas se autolimitan.

Yo es que creo que lo del querer tiene mucho que ver con lo del ser. Y claro, tú quieres siempre en función de dónde te marques los márgenes, o los límites.[…] Porque si yo lo que aspiro es a tener un Mercedes, haré más horas que un reloj o me dedicaré al mercado de la carne. Pero tendré un Mercedes, ¿no? […] A mi me molesta mucho oírle decir a una mujer: «A mi mi marido me ayuda» . Me ofende mucho más que un chiste machista en la boca de un hombre. Porque me parece que es más grave. Porque el chiste machista, yo soy quien lo recibo, lo pondero. Pero la convicción de la mujer cuando dice «a mí mi marido me ayuda», como forma de justificar una situación de absoluto machaque, cultural y social, me parece gravísimo.

Sobre la presencia de las mujeres en el sindicato y su participación en las tareas de dirección sus opiniones son coherentes con lo expresado más arriba:

[En el sindicato] hay tapones para todo, pero más para las mujeres. Y cuando tú pasas de ciertos niveles en la estructura sí que te das cuenta que lo que tú dices no vale lo mismo que si lo dice tu compañero con pantalones que hay al lado. Bueno, pantalones llevo yo. Pero la persona con pene tiene más peso su opinión que la mía. Eso esta clarísimo. Eso se aprecia, y el sindicato no es nada especial. No nos impregna el sentimiento ese que da a los progresistas la igualdad. Eso no nos impregna en la vida cotidiana, para nada. Si un compañero en un órgano hace una intervención -yo es que estoy pensando en un caso concreto- y cuestiona no sé qué, automáticamente eso será objeto de debate, y se valorará si está en lo cierto o no está en lo cierto. Si esa misma intervención la hace una compañera, automáticamente habrá un sector muy importante de los oyentes: «Ea ya está la loca de turno con sus paridas». Y además así, en esos términos. Y cuanto más alto es el nivel de dirección, mayor.

En su Federación las cosas son algo distintas, porque es una Federación con un alto porcentaje de afiliación femenina:

Pasa que en la Federación, a nivel afiliativo, las mujeres somos una mayoría aplastante en ese sector, me parece que estamos 70 a 30. A nivel de participación en órganos de dirección superiores a la estructura comarca o provincial, eso se invierte. Pero se invierte, no porque los hombres hagan de tapón, sino porque para un hombre está asumido que su trabajo puede ser estar de lunes a viernes fuera de casa, o viajar todos los días y venir a casa a dormir solamente, pero para una mujer no.

Esta última cita nos da el pie para hacer algunas consideraciones sobre Teresa vista por Teresa. Habla de sí misma desde un punto de vista muy caracterizado. Construye su personaje desde una posición de fuerza, desde una arraigada convicción de ser una mujer hecha por sí misma. Sus valores están muy explícitos. Considera la autoridad moral, el esfuerzo, la responsabilidad, la independencia de criterio, la autonomía para la acción, la educación y la igualdad como los logros más importantes de su vida familiar y sindical. Teresa no compone nunca la figura de la víctima. Ni siquiera cuando habla de momentos vitales myy duros. Quiere transmitir un mensaje inequívoco: no hay excusas para lo que una cree que hay que hacer. En este sentido, Teresa se confronta con los compañeros varones de igual a igual y no busca excusas ni justificaciones. Estas actitudes la hacen exigente con sus compañeras, con el sindicato, con sus hijos y con ella misma.

DOLORES SÁNCHEZ DURÁ (2004)

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