
Nace en Villanueva del Arzobispo, Jaén, en 1955, de padre carpintero y madre campesina. Emigran a Valencia a principios de los 60. A los 12 años empieza a trabajar en un horno y estudia por las noches para sacarse el Certificado de Estudios. A los 14 años entra a trabajar en una fábrica de joyería. Una maestra de Orriols la introduce en el entorno del PCE y en un mundo cultural nuevo y sorprendente. Desde el compromiso militante trabaja en el movimiento obrero desde el inicio de las CCOO, así como en el MDM y en el movimiento vecinal. Participa en la creación del Sindicato Comarcal del Metal de CCOO. Cuando se crea la Federación del Metal del PV forma parte del Secretariado con la responsabilidad de Secretaria de la Mujer. Es elegida Secretaría de la Mujer de la Confederación en el 2º Congreso de CCOO PV celebrado en 1980, aunque no completa el mandato. Sigue colaborando en la Federación del Metal hasta 1987 y continúa como delegada de CCOO en la empresa hasta 1991, en que aprueba la oposición a Gestora de la Administración de Justicia. Trabajando en Justicia colabora con sus compañeros de CCOO, hasta su jubilación. Ha estado presente en todas las movilizaciones del movimiento feminista: por la legalización de los anticonceptivos, por el divorcio, por el aborto libre y gratuito. Ha participado en las Jornadas de la Mujer Confederales y en las II Jornadas Estatales en Granada, en 1979. Ahora colabora con la Comisión de Igualdad de la Federación de Pensionistas y Jubiladas.
Testimonio recogido y comentado por Juan Pradells en 2004.
Por ‘el sevillano’ se conocía un tren expreso -así era en la terminología de la época- que hacia el recorrido desde la Andalucía occidental hasta Cataluña, y viceversa, durante las décadas de los sesenta y setenta. En aquellos años, especialmente los primeros, grandes oleadas de inmigrantes se desplazaron buscando en el ‘norte’ económico soluciones a los problemas de subsistencia que padecían en sus lugares de origen.
Yo procedo de Jaén, de un pueblecito, Villanueva del Arzobispo. Mi madre es una mujer del campo… que trabajaba con la oliva, y [su familia] tenía un cortijo en aquella época […]. Lo que pasa es que no eran grandes terratenientes. Tenían unas pocas tierras, pero mi madre nunca fue al colegio, se dedicó a trabajar en el campo […]. Si, eran de trabajar, nada de estudios, de atender a la tierra. Mi padre era carpintero. Cuando yo era pequeña, a los seis años, mi padre se quedó sin trabajo, mi madre no trabajaba, porque cuando se casa se quedó en casa, como era [habitual] entonces. Mi padre se quedó sin trabajo y nos vinimos a Valencia […]. Primero se vino mi padre y luego nos vinimos nosotros. Nos quedamos allí, en Andalucía, hasta que pudimos venir.
Este es el recuerdo que nos manifiesta Charo, nacida en las postrimerías de 1955, sobre su primera infancia y las causas que motivaron el desplazamiento de su familia a la Valencia de principios de los años sesenta. «Sin trabajo y sin nada», según su memoria, llegaron a esta ciudad tras malvender su casa en el pueblo. Su madre accede a una portería en la zona de la avenida de Justo y Pastor que, en aquellos años, todavía no se había desarrollado urbanísticamente: «…yo recuerdo de pequeña ir a coger patatas pequeñitas del campo, o sea, que estábamos rodeadas [señala riendo] de campo». Cuenta que su padre fue «de la quinta del biberón», aquel reemplazo obligatorio que la República tuvo que movilizar para hacer frente a las necesidades de la guerra civil y que supuso la incorporación a filas de gente extraordinariamente joven. De sus padres resalta sus convicciones profundamente religiosas, así como una carencia de compromiso político que, combinado con la aguda represión política del momento, les llevaba a aconsejar a sus hijas: «No te metas en líos, no hagas esto, no hagas lo otro…» El desarrollo de la historia de vida de Charo no es precisamente atípico para el momento. Ella y sus tres hermanos, especialmente los mayores, colaboraron con sus padres al despegue de la economía familiar:
…trabajábamos los cuatro. Mi hermano el mayor se puso a los catorce, mi hermana nada más venir se puso en una tienda… cosían y ella se puso ahí. Iba al colegio por la tarde, de siete a nueve, y yo estuve en el colegio hasta los doce años, porque mis padres dejaron la portería, se compraron un piso y necesitaban que trabajáramos, porque aquella época, para gente que veníamos de fuera [dice riendo], era crudita. Yo la recuerdo como cruda, no de pasar hambre, porque no la pasamos, pero si de ir justitos, de tener que trabajar. Vamos, quitando de la pequeña, que me lleva a mi cinco años, y ella ya fue distinto, porque ya trabajábamos todos y dijimos: «¡Hala pues! ella que estudie y los demás trabajamos».
Con un escaso bagaje académico, trabajando por el día y asistiendo por la tarde a clase hasta conseguir el Certificado de Estudios, «…que era lo típico entonces», empieza su vida laboral. Trabaja en un horno desde los doce hasta los catorce años. A esa edad, la legal en aquellos años para trabajar en calidad de pinche o aprendiza, dependiendo de los sectores de producción, se incorpora al mundo laboral del metal en una empresa de joyería: «…yo no estaba de dependienta sino que estaba en la producción. […] Los hombres hacían lo que era la pieza de oro y las mujeres pulían las sortijas… y otras sacábamos los moldes… en cera…» Rememora su gran afición por la lectura, devoraba las novelas de vaqueros de Marcial Lafuente Estefanía que su padre consumía ‘a peso’ En los primeros años setenta, entre 1972 y 1973, decide acceder al Graduado Escolar en un centro ubicado en su barrio, Orriols, y allí conoce a una maestra y a otra gente.
…Amparo se llamaba, [y los profesores] eran muy majos […]. Amparo no era del PC pero se movía mucho con la gente del PC y era una persona formidable. Tenía unas ideas muy, muy liberales, que incluso nosotros mismos nos asombrábamos de como era […]. Seria dos o tres años mayor que yo. De hecho yo recuerdo una movida que hubo en Elcano y, ella vivía sola, iban a su casa a esconderse… Te hablaba por ejemplo del amor, de como se podía querer, decía que por qué querer solo a una persona, por qué no a dos. Cosas que a lo mejor ahora parecen una tontería pero entonces no. Ella iba a la playa y se desnudaba […I Trabajaba en una guardería, de las pocas guarderías que había entonces, en el barrio de Orriols.
En esta etapa empieza a conocer a personas comprometidas políticamente con la oposición clandestina al franquismo. Curiosamente las tres hermanas, por distintas vías, acabaron militando en el PCE: «…dio la casualidad que todas nos metimos en el PC y nos podíamos haber metido en cualquier otro, porque entonces habían muchos grupos políticos de izquierdas, pero nos metimos las tres en el Partido». Es muy ilustrativa la descripción que hace sobre las características formativas y organizativas de esta primera militancia.
…esta gente [se refiere a sus primeros contactos] empezó ya a pasarme propaganda. Entonces, si veían que eras un poco así, majita, […] te captaban. […] Venía uno que era el que sabía, no me acuerdo del nombre de aquel chaval, entonces nos dieron El Manifiesto Comunista, lo leímos, lo estudiarnos. Yo entré primero en el PC y luego entré en Comisiones Obreras. Pero mi militancia primera fue en el PC. […] Yo vivía entonces en Orriols y ahí había un grupo importante de gente del PC […]. Me metieron en una célula que éramos cuatro o cinco. Ahí estaba con Jaume, un jesuita que era amigo de Alberto Guerrero. Vivían también en Orriols y trabajaban mucho por el barrio. Había también otra gente, lo que pasa es que en aquella época te decían que no aprendieras nombres, ni los domicilios. O sea que íbamos a las casas pero… por si nos cogía la policía, que sabíamos lo menos posible. Hacíamos pintadas, buzonadas, clandestinamente. Todavía no éramos legales…
La organización y coordinación de Comisiones Obreras en aquellos años adquiere diferentes formas. Charo recuerda cuando decide organizarse siguiendo sus particulares preferencias: «…entonces como yo estaba en el metal [y] siempre me ha gustado más trabajar en el movimiento obrero…», lo hace en la conocida como zona Norte de Valencia. Allí conoce a Rafael Soler ‘Rabe’ y a Rafael Soler ‘Picaña’, dirigentes obreros del sector que luego, y tras las importantes movilizaciones de los años 76 y 77, junto con otros muchos militantes obreros, formarán la Federación del Metal de CCOO del País Valenciá. En las elecciones sindicales de 1975, todavía bajo la estructura de enlaces y jurados de empresa del sindicato vertical, se presenta por vez primera a un cargo de representación de sus compañeros:
En mi fábrica […] éramos en principio unos cuarenta. Chicas éramos… te hablo de ‘chicas’ porque éramos todas jovencitas, dos en cera y tres pulidoras, cinco chicas. En la joyería la gente era muy diferente y me eligieron delegada. Fui siempre delegada hasta el final. Primero éramos tres, dos hombres y yo, y luego ya salía yo sola. […] Lo que pasa es que muchos de ellos no iban a la huelga, era muy difícil moverlos. No era como en grandes empresas como la Ford o la Unión Naval. […] La primera huelga que hicimos del Metal, más fuerte, paramos la mitad de la plantilla, la otra mitad entró a trabajar… Todas las chicas paramos, de hombres entraron algunos.
La militancia política en estos primeros momentos de la Transición fue febril para Charo y, según manifiesta, para sus hermanas:
La pequeña estaba estudiando, empezó a estudiar en el colegio el último año y luego se fue al Instituto Benlliure en la calle Alboraya. Tendría trece años, y conoció unos maestros -había gente muy maja- que empezaron a pasarle propaganda, y ella se afilió a Juventudes Comunistas. Trabajaba en Juventudes en el instituto. Y la [hermana] mayor fue [militante] a raíz de su compañero sentimental, que luego se casaron y todo […]. El era del PC, vivía en Paterna cuando la conoció y ella, un poco por él, se metió […]. Nos metimos las tres en el mismo sitio pero cada una iba por un lado. […] Nos podíamos haber metido una en la Liga, otra en el MC, o sea, en cualquier sitio […]. Lo curioso es que mi padre no sabía que estábamos metidas en política., pero mi madre sí lo sabía. Mi madre nos escondía toda la propaganda, el Mundo Obrero y toda la propaganda que llevábamos. Nosotras la teníamos en bolsas y cuando hacíamos alguna salida o pasaba algo decíamos: «Mamá, esto esta aquí, si pasa algo y no llegamos a esta hora ya sabes que lo tienes que tirar» […]. Mi madre siempre ha tenido más complicidad. Mi madre es una mujer que apenas sabe leer y [sin embargo] se ponía a leer lo que llevábamos para poder hablar con nosotras. Mi padre no, mi padre no quería hablar ni oír hablar, tenía mucho miedo […] A mi hermana pequeña la detuvieron en la Trobada dels Pobles. [Festival celebrado el 18 de septiembre de 1976 en el campo del Levante que fue desalojado por orden gubernativa, dando lugar a diversas concentraciones de protesta] Íbamos todos con banderas escondidas, íbamos además de seguridad para que saliera bien. Bueno, el caso es que nos hicieron suspenderlo y luego había consignas de saltar por algunos puntos de Valencia -yo aquella noche me fui a casa y ya no salté por ningún lado-, y a mi hermana pequeña la detuvieron esa noche. Te lo digo porque llamaron a mi casa a las seis de la mañana, ella era menor, y entonces recuerdo bien que mi padre dijo: «Ay, que vergüenza» y mi madre me llamó: -«¿Qué le llevo?» -«Mira, llévale mantas porque tendrá frío, es lo único que te pido que le lleves». Eso os lo digo como anécdota de como eran mis padres, mi madre y mi padre.
Charo puede ser un buen ejemplo de la hiperactividad que caracterizó a la oposición de izquierdas al franquismo y, respetando todos los matices y diferencias que caracterizan a las personas, el arquetipo de la militante comunista. Su actividad se despliega en todos los campos: el partido, el sindicato, el movimiento de barrios o el feminismo. El PCE, así como otros muchos grupos políticos generalmente más radicales en su discurso, que se sitúan en una cada vez más amplia pero difusa y enfrentada familia comunista, defienden la táctica de crear o penetrar en lo que en el lenguaje al uso se conocían como ‘movimientos de masas’:
Nos movíamos por barrios. […] Estábamos en el PC, estábamos con el MDM [Movimiento Democrático de Mujeres], en los pueblos también íbamos y luego estábamos una gente en CCOO y otra en asociaciones de vecinos. […] Es que teníamos una militancia muy activa, como puedes ver [dice riendo], yo creo que por eso ahora estoy ya más cansada.
Aunque su primer compromiso fue estrictamente político, con el PCE, pronto su actividad deriva hacia el sindicalismo, o más bien, como ya se ha dicho antes, lo compagina. Resultaba complejo diferenciar estos conceptos en la esfera de la izquierda antifranquista:
…estuvimos trabajando en el Partido y en Comisiones Obreras hasta que ya nos legalizaron. Entonces estuve trabajando en L’Horta. [se refiere a la Unión Comarcal de L’Horta de CCOO] Primero se crearon los sindicatos [territoriales] y luego ya se crearon las federaciones. Entonces en L’Horta hacíamos de todo. El primer sindicato lo teníamos en la calle Alcoi, al lado de la estación. Allí estaba el Metal, luego ya se creó la Federación […]. Entré en el órgano de dirección de la Federación [cuando] se crearon las Secretarías de la Mujer, porque también era una forma de que las mujeres colaborásemos de alguna manera. Además, te estoy hablando de un sector que eran todos hombres, bueno la mayoría […]. Yo trabajaba con ellos, pero no había órganos de dirección creados [se refiere a la primera etapa]. Yo recuerdo hacer fichas en una casa. Íbamos a asambleas, igual ibas tú, que iba yo, que iba el otro. […] No había una estructuración de órganos. Entonces [Rafael Soler] ‘Picaña’ y otra gente dijeron: «Charo que se venga a la Federación con nosotros». Y entonces se creó la Secretaría de la Mujer, igual que se crearon en otros sitios. Yo me hice cargo de la Secretaría de la Mujer y me iba a los convenios a negociar con ellos, y me iba a las asambleas a hablar del convenio, a defenderlo, a llamar a la huelga o a lo que hiciera falta en aquel momento.
Charo fue llamada a relevar las funciones de Amparo Llop en la Secretaría de la Mujer de la Confederación Sindical de Comisiones Obreras del País Valenciano en el 2º Congreso, en julio de 1980. No obstante, su paso por dicha responsabilidad será bastante fugaz y ella lo rememora en diferentes claves:
Amparo Llop fue la primera Secretaria de la Mujer que hubo en la Confederación y después de ella estuve yo […]. Estuve, más o menos, un año y pico. [Dejo la responsabilidad] por una cuestión personal mía… Te digo una cosa: así como en la Federación yo estaba muy integrada, en la Federación era una más, iba a convenios, todo como lo hacían ellos. Cada uno tenía su responsabilidad en la Secretaria pero luego igual iba a una charla para hablar de acción sindical, como iba a negociar convenios. Hacíamos casi todos de todo, ¿no? […] En la Confederación era más… cada uno a lo suyo. Entonces me sentí un poco desplazada, aunque no era exactamente así, pero vamos, que no me sentía yo tan bien ahí. Además empecé a querer hacer algo mas a nivel personal. Me puse a estudiar, me saqué el Graduado, que no me lo había sacado, y me saqué el BUP […] Luego paré y seguí militando [ríe], y luego me saqué las oposiciones […] en el Ministerio de Justicia. Soy Oficial de Justicia.
La función que desarrolló la Secretaría de la Mujer dentro de la organización sindical no resulta baladí para Charo. Además de servir como elemento aglutinador de tantas mujeres que trabajaban en la misma dirección dentro de la organización, dio visibilidad a su actividad y reivindicaciones específicas, en primer lugar, ante sus propios compañeros y, casi al mismo tiempo, al colectivo de mujeres pero, especialmente desde su perspectiva, a las mujeres trabajadoras. Cuando se le inquiere sobre el sentido y el efecto que tuvo la creación de esta nueva responsabilidad, manifiesta:
…primero, para que nuestros compañeros supieran y nos tuvieran en cuenta, porque nosotras militábamos con ellos. Yo nunca he sentido eso de decir discriminación, […] pero estabas tú diciéndoles «Esto hay que meterlo en este convenio», «Esto hay que reivindicarlo» y ellos, por ellos mismos no lo veían, y yo creo que la Secretaría de la Mujer primero fue bueno por eso. Y segundo porque aglutinamos a muchas, muchas mujeres y trabajamos, sobre todo, con el tema del aborto. Trabajamos muchísimo porque se perseguía y además fue muy castigado. Era el aborto, eran las guarderías. No había guarderías en aquella época, no tenían sitios donde dejar los niños. Había una discriminación muy grande en salarios y en cosas […]. A la hora de hacer convenios, intentabas que metieran reivindicaciones nuestras que ellos, no es por nada, pero por mucho que tengáis conciencia [se dirige al entrevistador] hay cosas que, como no os pasan, no las veis [sonriendo]. …Desde la Confederación se hicieron varias Jornadas de cara a las mujeres. Luego trabajábamos con el mundo feminista que nos costaba muchísimo, porque claro, nosotras éramos obreras […] no éramos ‘feministas’. Yo nunca me he considerado feminista y, en cambio, siempre he defendido a las mujeres pero no he sido ‘feminista’. Yo era, sobre todo, una obrera que trabajaba y después era una mujer.
Siguiendo con su valoración sobre el papel de la Secretaría de la Mujer y su imbricación con el Movimiento Feminista, las afirmaciones de Charo profundizan más en su anterior reflexión:
…el MDM era más una cosa que creó el Partido para aglutinar a mujeres, no era un movimiento feminista. El MDM se creó por el PCE [para] intentar concienciar a las mujeres a nivel más político. Hombre, también por la discriminación y tal, pero yo no lo consideré nunca un movimiento feminista. La Secretaría de la Mujer tampoco, ¿eh? […] [Se constituye] primero para integrar a mujeres en órganos de dirección. […] Por otro lado, para que nosotras como mujeres reivindicáramos nuestros derechos como trabajadoras, más que como feministas […]. Nosotras nos enfrentábamos muchas veces a ellas (las feministas] porque luchaban más por temas como el aborto, como la igualdad, pero más… en contra de los hombres. Yo creo que ahora no se lleva tanto en el Movimiento Feminista […]. Nosotras siempre reivindicábamos que eran compañeros nuestros y que teníamos que trabajar los dos juntos. O sea, tanto los hombres como las mujeres… El Movimiento Feminista convocaba una manifestación o un ‘8 de marzo’ o algo, -[organizaciones) feministas, habían miles, mujeres di esto, mujeres de lo otro-, pero la Secretaría de la Mujer como tal podía participar, pero ni CCOO, ni los partidos políticos. Podían apoyar pero nada más.
La interacción entre los partidos políticos de izquierda y el sindicalismo ha sido un tema estrella del debate político. Los sindicatos denominados de clase jamás han rehuido o negado en la discusión la existencia de un sustrato ideológico que los sitúa en lo que, genéricamente, podríamos definir como cultura de izquierdas. En el caso de Comisiones Obreras, muy especialmente en esta etapa de transición de lo que se definía como ‘movimiento de oposición sindical’ a sindicato de clase consolidado, fue bastante aceptado, excepto por la cúpula dirigente, considerar que era una ‘correa de transmisión del PCE’. La famosa sentencia del Tribunal Supremo de 1967 que ilegalizaba al emergente movimiento de unas comisiones de obreros que aparecían o se difuminaban en función de la conflictividad, parecía acertar cuando visualizaba la presencia del PCE tras las mismas. El PCE impulsó desde la década de los sesenta la creación de comisiones de obreros, con un amplio espectro ideológico, para negociar los conflictos que el nuevo modelo de desarrollo económico iba generando. Los movimientos migratorios hacia las ciudades, potenciados por el crecimiento de los sectores secundario y terciario, dio lugar a significativos cambios culturales y a conflictos sociales desconocidos desde la finalización de la guerra civil. El PCE intenta controlar los nuevos movimientos sociales y Charo lo recuerda de este modo:
…Nosotros nos reuníamos en el Partido, antes de las asambleas importantes o de cosas importantes. Dábamos nuestra opinión como PCE y nosotras íbamos a esas asambleas y votábamos como PCE. Entonces aquella militancia era militancia, ¿eh? O sea, yo era del PCE, ¿vale? había veces que, a lo mejor, como Comisiones hacíamos una cosa que al PCE no le gustaba y nos llamaban al orden, ¿eh? O sea, nos cogían: «Venid aquí, esto no es así, esto es así, así y así». Y nosotras en el PCE podíamos discutir lo que quisiéramos, ¿vale? pero tú ibas a Comisiones y tú ahí tenías que votar lo que el PCE había dicho. Sí, sí, eso era así (dice riendo).
En relación con esta misma cuestión, la composición de la dirección del PCE y su disciplina orgánica ante un contficto colectivo, Charo nos cuenta:
…sobre todo fue César [Llorca] y [Salvador] Boils porque ellos venían de fuera. Yo ni los conocía. O sea, yo me había movido con Fausto [Sánchez], o con César Mañas, con Rafael Soler ‘Picaña’ y Rafael Soler ‘Rabe’, que eran los que estaban luchando aquí. Antonio Montalbán, estaba en la madera. Era gente que tú la veías. Luego estaba la gente de fuera, que además era casi toda la cúpula del PC. Entonces claro, me quedó aquello muy marcado, porque ellos venían de fuera y fueron los que nos dijeron que nos habíamos equivocado. Nosotros habíamos votado una cosa, además todavía nos reuníamos medio clandestinos, en iglesias y cosas así. Entonces el Partido nos llamó al orden, nos llevó [ríe] por la avenida del Cid, a una iglesia que había por allí y nos dijo que de eso nada, que que nos habíamos pensado nosotros [sonríe]. Si no te gustaba te ibas. Allí había disciplina de partido y tú, en el Partido, podías discutir lo que quisieras. Era un partido democrático en el sentido de que si a ti no te gustaba lo discutías y lo votabas. Pero una vez se votaba algo dentro del PCE eso era sagrado, por decirlo de alguna forma. Luego tú ibas a Comisiones o ibas al movimiento vecinal, o adonde fuera, y defendías las cosas que eran tu política.
La lucha interna por la hegemonía política fue una constante, siguiendo el lenguaje del momento, en todas las organizaciones de masas. Comisiones Obreras no fue ajena a esta pugna:
…estaba el PCE, ¿vale? que éramos la mayoría, y luego estaba el MC, estaba la Liga, estaba el PT, el Partido de los Trabajadores, estaba la ORT. O sea, habla un montón de partidos pequeños, ¿eh? […] éramos gente que nos movíamos dentro de Comisiones pero que cada uno estaba en su partido. Nosotros lo que intentábamos era, dentro de Comisiones, cada uno llevar sus planteamientos como partido. Beneficiar a los trabajadores, pero claro, cada uno bajo su punto de vista. No el tuyo personal, sino el de un colectivo que es tu partido. Tú militas en ese partido y te crees lo que el partido quiere. El PCE era mayoritario, éramos mayoritarios, menos en textil. Ahí estaba el MC que tenía mucha fuerza, estaba Cristina [Piris] y Carmen [Hinarejos]. Y en sanidad también estaba la Liga y también estaba el MC muy metido. Pero en los demás [sectores] la mayoría éramos del PCE. […] Luego el partido se rompió en mil pedazos y el sindicato ha tenido montones de problemas y se ha roto. Bueno, antes de eso hubo una criba con el MC en bloque.
Las relaciones personales también afloran en la entrevista. Compañeras y amigas como Viqui y Maribel, que siguen ligadas a la Confederación, ambas trabajadoras del metal. También Victoria, Paquita y Mari García, delegada y dirigente sindical del textil en aquellos años, en la difícil etapa de consolidación de CCOO. Unas trabajaban en servicios jurídicos, otras en comarcas como L’Horta -es el caso de Maribel- Y Charo recuerda a Mari Luz Marco: “…trabajó muchísimo, primero como economista dentro de Comisiones y luego colaboraba en todo, […] en un montón de Cosas. En Convenios participaba (…) Ella también era una de fas mujeres que estaba”. En el transcurso de la entrevista se plantean temas familiares como es la maternidad. Es interesante conocer la clave en que Charo piensa sobre ello:
No tengo hijos, no me he casado nunca. […] Antes no me había venido lo de la maternidad, porque yo qué sé, hay amigas mías que si, que incluso estando solteras han dicho: «Yo quiero tener un hijo», y lo han tenido […] Es una situación personal. (…] Mari Luz (Marco), ella tuvo hijos, se casó. Mari (García), tiene hijos. O sea, todas, la mayorla. Bueno, algunas tienen y otras no tienen, pero no, no necesariamente por haber estado en política […]. (En el caso de] la mayoría de hombres sus mujeres no militaban, o sea, ellas estaban con sus hijos. Sí que iban a una manifestación, a esto, a lo otro, y gracias a esas mujeres sus maridos han podido militar como han militado. Porque si no, ¿de qué? Sí, si hubieran tenido que cuidar de los niños, ir a recogerlos del colegio, no hubieran podido, eran horas y horas (…). Yo te hablo del metal, por ejemplo, cuando llegaba la época del convenio a lo mejor estábamos negociando hasta las dos o las tres de la madrugada. Yo lo pienso, muchos de ellos han podido militar gracias a que sus mujeres han estado ahí, si no muchos de ellos no tendrían hijos… Los rojos no hubieran tenido familia, (sonríe] es cierto, no hubieran podido. Gracias a las mujeres que estaban en casa y lo consentían. Yo a veces lo pienso y digo ¡Madre mía! Era no verlos [a los sindicalistas], era educar a sus hijos, y ellos los veían los fines de semana y el fin de semana que los veían, porque cuando no había una reunión de una cosa había una reunión de otra… Ya te digo, era una militancia muy activa sobre todo los primeros años, por lo menos los míos; y los de ellos imagínate, (…) habían vivido toda la época de la clandestinidad anterior, habían sido perseguidos. Ha habido gente que ha estado en la cárcel, o sea que, o tienen una mujer que les ha apoyado y les ha atendido o no hubieran podido. Ahí también las mujeres han jugado… Y ya te digo. no eran mujeres que militaran pero sí que iban… a asambleas y manifestaciones que habíamos convocado nosotros y entonces sí que venían, pero nada más. Nada mas porque alguien se tenía que hacer cargo de la casa.
Las elecciones legislativas de 1982 marcaron un antes y después en la entonces aún breve trayectoria de la participación electoral del PCE en la reciente democracia. Fueron horas bajas en resultados y en proyección social. El que fuera referente hegemónico de la oposición al franquismo entre la intelectualidad y los movimientos de masas había pasado el testigo, no voluntariamente, al emergente PSOE, que había sido homologado para tal fin, desde variados variados poderes, a partir de los últimos años del fenecido régimen.
En aquellos años fue bastante habitual en los foros relacionados con la izquierda hablar del desencanto. En relación con este término y su acepción, cabe pensar las declaraciones de Chato referidas a la etapa que sucede a su salida de la Confederación como responsable de la Secretaría de la Mujer:
Pero no me dejo la militancia, yo sigo en el PCE, yo sigo en Comisiones, yo sigo siendo delegada. Me dejo solo la militancia como partido político y como delegada me la dejo después. Fue cuando hubo la primera ruptura en el PC, que fue en el 84, 85, o por ahí, que se marchó Santiago Carrillo… y yo me fui con Carrillo. Yo fui de la gente que se fue con Carrillo. Fue una escisión muy grande del Metal. Unos se quedaron y otros se fueron y ahí hubo muchísimos problemas, pero bueno. Y hubo un congreso donde se nos cepillaron a todos [dice sonriendo] los que éramos del PCE, igual que nosotros habíamos hecho antes con otra gente, y ahí fue cuando yo me aparté un poco de Comisiones […] en el 86, en el Cuarto Congreso. [En 1985] hicimos el Partido de los Trabajadores, dirigido por Santiago Carrillo y otros. [En 1991] decidieron que una gente se pasaba al PSOE […] y otra gente nos fuimos a casa. Fue cuando ya dejé de militar en el partido político. En Comisiones Obreras sigo afiliada, una simple afiliada, no militante, nada más.
…Yo sé de mujeres que han militado en mi entorno, que han sido militantes activas, ya no solo del PCE sino de otros partidos, que se lo han dejado, se dedican a otras cosas. O sea, a lo mejor están mas en movimientos feministas pero, por lo que sea, se han desengañado de lo que es el movimiento obrero y los partidos políticos; quizás porque las expectativas que teníamos en aquellos momentos no se han hecho realidad y hemos optado más a nivel personal […]. Nosotras cambiamos, o sea, pasamos de la clandestinidad a tener una democracia. Luchamos por eso, no teníamos libertades, las conseguimos, ¿eh? Luego era eso de que se nos reconociera a nosotras como personas, como mujeres. Luchar por esa igualdad, conseguir cosas. Yo creo que llegó un momento en que ya no vimos más, más avance. Hubo muchas broncas. Yo creo que, más que nada, fueron las broncas internas de los partidos políticos lo que hizo, por lo menos en mi caso, no sé si ha sido a nivel más general, el que nos fuéramos desencantando…
Los ‘viejos raqueros nunca mueren’ y eso se desprende cuando, en la entrevista, intentamos concluir reflexionando:
…entonces militábamos porque nos lo creíamos. Yo me lo creía y, como yo, un montón de gente. Yo digo que tengo una cultura que es la cultura del PCE, que me han enseñado [ríe]. Tienes un trato con la gente y eres de una forma de ser que eso nadie te lo puede quitar. Además, se nota en la forma de actuar, en el trabajo me dicen: «Eres muy solidaria, eres muy tal, y eres muy cual», pero eso nos lo han inculcado, nos lo han educado por decirlo de alguna forma. Por lo menos a mí, en el PCE y en Comisiones Obreras, tanto en un sitio como en otro. …Fue una época muy bonita de mi vida. A mí me enseñó muchísimo Comisiones Obreras, muchísimo. Creo que soy lo que soy gracias a mi vida en el PCE y en Comisiones Obreras…
JUAN PRADELLS (2004)