
Nace en 1942 en Maliján, Zaragoza, en una familia de minifundistas. Tras acabar los estudios con 19 años, desempeña diversos trabajos en Zaragoza y luego en Bilbao, donde se incorpora a un grupo de religiosas francesas que trabajan en barrios obreros y marginales. Con ellas pasa unos años en Bélgica y finalmente recala en el barrio de la Malvarrosa de Valencia donde convive con comunidades cristianas de base y a través de ellas contacta con CCOO, desde finales de los 70. Ha sido miembro de la Comisión Ejecutiva de la Federación de la Madera, pero nunca ha estado liberada. Durante años ha desarrollado trabajo solidario en Nicaragua y El Salvador.
Testimonio recogido y comentado por Juan Pradells en 2004.
EI origen de Ascensión Ruiz hay que situado en un entorno rural en los primeros años de la dura posguerra. Concretamente nace en 1942 en el seno de una familia numerosa de minifundistas aragoneses que, necesariamente, debían complementar la economía familiar con actividades laborales externas en las que participaba toda la familia. Como ella misma recuerda:
…pues nací en un pueblecito que se llama Maleján, en la provincia de Zaragoza, está cerca del Moncayo y cerca de Borja, que es lo más conocido, donde hay un buen vino que se llama El Campo de Borja… Yo vengo del mundo rural, somos seis hermanos y todavía lo somos, seis. Y, bueno, el mundo rural y como es muchas veces en Aragón, pequeñitos propietarios. Entonces mi padre tenia pedacitos de tierra y después, pues siempre se trabajaba para otros.
La educación de Ascensión, según recuerda ella misma, es similar a la de sus hermanos: una escuela nacional, pública, la única que existía en el pueblo, «en el pueblo de al lado sí que había colegio pero no había ni instituto…» Es el colegio al que envían a su hermana mayor, diez años le lleva de diferencia, por lo que, y dado que las fechas coinciden con las de la guerra civil española, no había podido asistir al colegio de su pueblo. Insiste en el esfuerzo que supondría para la precaria economía familiar el enviar a su hermana a un colegio de pago: «entonces, en ese sentido, sí que se preocuparon de que fuéramos a la escuela». Su infancia y adolescencia transcurren en el domicilio familiar, compaginando la formación primaria con los trabajos domésticos o la economía familiar, coser junto a sus hermanas o recoger la oliva. Son trabajos diferenciados en relación con los que realizan sus hermanos. Así lo manifiesta:
Eran dos hermanos y yo estaba entremedio. Eran tres chicas, un chico, yo y otro chico. Yo estaba en medio de dos muchachos, y claro que… lo normal en la casa. Bueno, las chicas trabajábamos a lo que fuese, o hacer bolillos o a coser camisas para la fábrica de Tarazona. […] Todas trabajábamos en casa y hacíamos la faena de la casa, más luego las temporadas de ir a cortar… a coger las olivas, a… éramos las que teníamos que trabajar.
Por el contrario:
…los chicos trabajaban en el campo, el hermano, el mayor, porque el pequeño no, el pequeño tuvo más posibilidades de que fuera a estudiar y bien jovencito se fue también a Bilbao. Pero no… Después yo recuerdo muchas veces que, bueno, los domingos, antes de que se fueran mis hermanos de paseo, había que plancharles los pantalones bien.
No obstante, ella insiste en que no eran conscientes de la diferencia de género: «Entonces era normal, era normal que esas cosas se diesen». Pero la batuta educativa en los roles familiares corresponde a la madre, ella «…era un poquito… la más regañona, y el padre más consentidor». Un padre al que recuerda como un hombre con «mucha sabiduría», al que «le gustaba mucho leer y escribir, leer sobre todo», que recibía prensa y revistas de floricultura. Según manifiesta, entre sus múltiples ocupaciones, cuidaba el jardín de una ‘torre’ o chalet, lo que le obligaba a mejorar su cualificación. No parece que vivió un ambiente más represivo de lo habitual para la época. En sus relaciones de amistad recuerda que:
…muchas veces no nos ponían trabas para ir a pasear o a bailar o al cine, cuando se podía ir al cine, que no se podía ir siempre [ríe]. Íbamos al pueblo de al lado, todas las chicas, mis amigas siempre tenían que correr porque era la hora y, en ese sentido, mi padre, más que mi madre, más tolerante diciendo, bueno, yo es que les oía decir a los hombres del pueblo: «Pero si quieren hacer algo malo», para ellos ‘malo’ es salir ‘panzona’ o… «Si quieren hacer algo malo, lo van a hacer en cualquier momento».
En su casa se respira un ambiente anticlerical, «yo me hice monja después» confiesa en voz baja y, casi, casi como una conspiración. El ambiente de la época aconsejaba no obstante acercarse a la confesión católica:
…había que hacer la comunión, había que… bautizarlos a todos. Yo creo que era una reacción… pues un cuñado, de la única hermana que tenía mi madre, su marido era del ayuntamiento en la época de la República… y una noche lo sacaron de casa y lo fusilaron a la puerta del cementerio.
La sociología del franquismo en el ámbito rural parece reconocerse en esta afirmación de Ascensión:
…había un grupito de familias que eran los más católicos y los que manejaban un poquito, que no eran grandes ricos, pero que tenían un poquito más de posibilidades y esas cosas… No se hablaba, han sido cosas que has ido descubriendo, pero que no se hablaban nunca así.
Entre los catorce años, cuando acaba su formación primaria, y los diecinueve años, que se traslada a Zaragoza, su vida transcurre en su pueblo «trabajando en lo que se podía», fundamentalmente dedicada a los llamados ‘trabajos secundarios’, como la confección de ropa para las fábricas de Tarazona, que se nutren con este tipo de mano de obra. Y a todo esto, sin olvidar la sempiterna recogida de olivas. Son trabajos que, según ella reconoce, no tienen ningún tipo de cotización en la seguridad social, ni mutualidades ni reconocimiento legal alguno.
La adolescencia de Ascensión transcurre en una etapa que, al decir de especialistas y de los propios interesados, no es la que hoy podríamos entender como la más adeuada para una educación igualitaria y en libertad. Para Ascensión era:
Normal de la época. […] íbamos al pueblo de al lado y bailábamos con los chicos de este. Como esas cosas de la juven… de la adolescencia, de la juventud. Que este me gusta, que este me acompaña, que sale un medio novio por ahí… Las hermanas mayores y la madre están vigilando si viene a llamar a la puerta.
Con diecinueve años se traslada a Zaragoza, es su primera salida del domicilio familiar. Está año y medio dedicada a tareas de empleada de hogar en una casa que no es extraña a su familia. La familia para la que trabaja es la misma que aquella a la que su padre le cuida el jardín de su ‘torre’ en el pueblo, como señala Ascensión: «En esta familia había un poquito de relación de amistad que todavía dura», aunque «sabiendo donde estábamos cada uno, ¿eh?»
Tras su etapa de empleada de hogar en la capital aragonesa, decide trasladarse a Bilbao. Allí residen ya dos de sus hermanos y su hermana la tercera, «que era aún más rompedora y a los quince años ya se fue con unos amigos a vivir a Bilbao». Este éxodo no supone ninguna ruptura especial con su familia.
…siempre estábamos recibiendo visitas, porque esta familia eran de un pueblecito de al lado, pero hacía muchos años que estaban en Bilbao. Entonces siempre había gente de Bilbao o gente de Zaragoza o gente de Tarso. […) Eramos muchos pero… Y eso pienso que también […) ha influido para que la casa sea una casa, allá donde he vivido, sea una casa de puertas abiertas.
La estancia en la capital vizcaína, a sus veinte y pocos años, empieza a marcar las inquietudes sociales de Ascensión. Los años sesenta en los barrios obreros de Recaldeberri, Urritamedi y las oleadas de inmigrantes que se van asentando en las chabolas de Peñascal influyen decisivamente en la personalidad, originalmente anticlerical, de Ascensión. Como ella misma nos relata:
…en Bilbao la gente es tradicionalmente muy católica… yo nunca había tenido un evangelio en mis manos. Entonces empecé a leer y empecé a preguntarme cosas y empecé a conocer otro mundo y había todo un movimiento de militantes cristianos y la JOC y la HOAC y todos estos movimientos, y entonces yo creo que […] me nació más la conciencia obrera.
La presencia de un colectivo de monjas francesas que «iban siempre en Mobilette» por los barrios chabolistas, cuidando a los enfermos, fue su banderín de enganche. Con 22 años se incorpora a un reducido grupo de monjas dominicas de origen francés que, junto con otra comunidad de jesuitas, desarrollan su labor pastoral en estas zonas industriales incrustadas en núcleos urbanos carentes de infraestructuras mínimas. La labor de asistencia a las familias con problemas de salud -en la congregación había bastantes especialistas en enfermería-, o la de educación infantil, la compagina con la propia formación personal. En esta época estudia bachiller elemental. A finales de la década de los sesenta, la orden decide trasladarse a Francia y luego a Bélgica.
…en el año 67 fui a Francia, […] cerca de París. […] Después fui a Bélgica, que es la región [de habla] francesa donde estaban las minas de carbón y donde había un montón de inmigrantes también. En aquel entonces había veinte nacionalidades y lo que más me impresionaba eran las mujeres andaluzas, en casas oscuras y negras, porque todo estaba negro de las minas del carbón, […] emigrantes que estaban con sus maridos, iban a la mina y los niños son los que hacían los recados y todo esto.
Su situación legal en Bélgica se complica, ya que al entrar como estudiantes -Ascensión obtiene un título académico como ‘trabajadora familiar’-, no consiguen el permiso de residencia y sin este no pueden trabajar legalmente; un viejo y conocido círculo vicioso. Por esta razón deciden volver a España, donde la antigua casa-convento de Bilbao desaparece por la construcción de la novedosa autopista Bilbao-Behobia.
…antes de los cuatro años nos quedamos sin casa. Entonces decidieron venir aquí, por la relación con algunos dominicos, […] y nos construyeron un conventito muy bonito en Torrent, en medio de los naranjos. Pero solo llegamos a estar ni dos años allí, porque nos rebelamos y dijimos que nosotras no éramos para estar entre los naranjos…
La etapa vivida desde Bilbao, hasta su paso por Francia y Bélgica, ha supuesto un impulso al proceso de maduración política, de reflexión personal sobre las desigualdades sociales que observa en zonas industriales desarrolladas o en los países considerados del ‘primer mundo’. En Bélgica había entrado en contacto con gente de sindicatos: «en la zona sur eran siempre los socialistas, […] eran más socialistas… que la parte norte […] flamenca, eran más conservadores…» Su llegada a Valencia, en un grupo de diez compañeras que incluye a una joven superiora que también venía de experiencias similares en Bilbao y Toulouse, supone el inicio de un proceso de reflexión colectiva sobre el camino a emprender, con la ayuda de un consiliario de la JOC, José María Blasco.
…nos ayudó mucho. (…) Hicimos muchas revisiones de vida, hacia donde nos queríamos encaminar y entonces ya, en noviembre, desde Torrent empezamos a buscar dónde vivir y algunas empezamos a buscar trabajo y yo empecé a trabajar ya, viniendo de Torrent, y ya empecé a trabajar en una fábrica chiquita que hacíamos, tres meses trabajé allí, carpetas para escolares y cosas de esas.
El trabajo en el taller de material escolar y la residencia en Torrent acaban pronto. Es una época en la que, como ella misma indica: «todavía había posibilidades de elegir, enseguida encontré trabajo en una fábrica de maletas, Maletas El Cid». Al mismo tiempo traslada su domicilio a un barrio tan paradigmáticamente obrero como lo era la Malvarrosa en la época. Allí conoce a militantes sindicales antifranquistas como Paco Heliodoro o Salvador Blanco. Son los contactos que le ponen en relación con las Comisiones Obreras.
Los sistemas de trabajo medido están implantándose en aquellos años en las industrias de la zona. El sistema Bedaux causa furor en las empresas del sector secundario y los obreros más concienciados se enfrentan, con pocos medios, a esta ofensiva empresarial. Asambleas y reuniones servirían para «ir concienciando a la gente de que bueno, de que, cronometrajes […] ya no, empezamos a rebelar[nos] un poquito…»
A consecuencia de esta incipiente protesta fue sancionada y será defendida por un asesor de las CCOO clandestinas de la época -en aquellos años varios despachos de abogados laboralistas fueron un punto de referencia para el movimiento obrero- que, según recuerda, consigue su readmisión en la empresa. Esta es una etapa iniciática para Ascen en el movimiento obrero valenciano.
…yo ya había estado viendo que, bueno, lo de las CCOO y todo esto, y cómo andaba el mundo y cómo está, sobre todo en el Marítimo y los trabajadores de Astilleros y todas esas movidas. Pero todavía, bueno, teníamos alguna reunión pero es que ese periodo fue muy cortito, porque ahí estuve apenas dos años (…]. Después empecé a trabajar ya en la Madera y es allí donde ya… entonces pasé directamente ya a reunirme.
En la prensa de principios de los setenta aparece un anuncio demandando una especialista en coser tapicería a máquina. Lo publica Mariano García, una de las empresas más importantes del sector del mueble en Valencia. Allí se presenta Ascensión y, tras superar el preceptivo periodo de prueba sin significarse políticamente, obtiene la plaza. La madera es un sector industrial con un gran peso en producción y mano de obra en la ciudad de Valencia y en L’Horta Sud. CCOO tiene una fuerte implantación en esta rama, que se traduce en un importante número de cargos electos en el sindicato vertical. Es lo que, en esta etapa, se conoce como ‘la utilización revolucionaria de las posibilidades legales. Se trata de penetrar en las estructuras legales del sindicato oficial para ‘utilizarlo y destruirlo’. Son las consignas del PCE y otras formaciones políticas de la oposición para el movimiento obrero en la época.
La llegada de Ascensión a un mundo más comprometido y definido en la política no impide que mantenga el grado de compromiso con su comunidad y la libertad de conciencia que les caracteriza. Sobre esta etapa manifiesta:
…lo importante es que […] vivíamos juntas, nos apoyábamos mucho, nos reuníamos bastante entre nosotras, aparte de que tuviéramos reuniones cada una y todas no metimos un poquito en diferentes cosas, en las asociaciones de vecinos, […] sindicatos, entonces eso… y claro, poco a poco vas conociendo más gente […]. Viniendo del mundo rural, entrando a trabajar en una fábrica, […] cuando vas desde fuera yo pienso que puedes idealizar mucho una situación, ¿no? lo del mundo obrero.
En esta etapa conoce y se relaciona con los dirigentes de CCOO de la madera del momento: Antonio Montalbán, Ramiro Reig, Ximo Jordán. Mantiene reuniones periódicas con ellos.
…se planteó en aquel momento, y no recuerdo en qué año, que había que presentarse a las elecciones del sindicato vertical y entonces yo me presenté y una noche apareció la policía secreta en la casa… a hacerme preguntas, […] amenazadoras un poquito. Era para preguntar por qué me presentaba, por qué siendo monja trabajaba en una fábrica… por qué me presentaba a las elecciones sindicales.
Son las elecciones sindicales de 1975 en las que desde CCOO se da una fuerte ofensiva planteando las llamadas ‘candidaturas obreras y democráticas’ que, aglutinando a personas independientes de los partidos políticos clandestinos, pretendían actuar como una bomba de relojería en las anquilosadas estructuras del sindicato vertical. Ascen es elegida delegada sindical, ‘jurado de empresa’ que se decía en la legislación verticalista, y sigue trabajando y luchando en su fábrica. Curiosamente no manifiesta la existencia de un tratamiento sexista en el trabajo: «…en categorías iguales, sueldos igual». No obstante, explica que las mujeres ocupaban, normalmente, las categorías más inferiores. Así pues, ante las preguntas sobre el nivel profesional reconocido, manifiesta: «Mujeres oficiales de primera, no creo». Igual sucede con respecto a los cuadros intermedios, la respuesta es un rotundo «No». En la fábrica recuerda haber pasado 17 años, trabajando y activa sindicalmente junto a su compañera Amalia Escrivá.
…entonces ahí empezamos. Al poquito tiempo entró esta compañera, Amalia, y empezamos a organizar el sindicato allá dentro […] Y después ya, claro -pero todavía estábamos en la clandestinidad- cuando Gaspar Aguilar y todas esas cosas, ¿no? Que nos reuníamos allá y que… El sindicato se legalizó después que los partidos.
Ascensión se ha referido a la primera sede social de la federación de la madera de CCOO en Valencia, el casi mítico bajo de la avenida de Gaspar Aguilar, desde el que se dirigen las movilizaciones de uno de los sectores de la producción más conflictivos, junto con la construcción y el metal, de la época. Las plataformas reivindicativas son los mecanismos que se utilizan como motor de arranque de las luchas obreras en las fábricas y talleres. Sin embargo, no parecen contener en esos momentos grandes peticiones especificas de la mujer. Ascen afirma que tenían un carácter más global:
…allí se hacía un montón de horas extraordinarias […] pero había que ir con mucho cuidado porque la gente… ¡Bueno! eso es lo que fui comprendiendo poco a poco del mundo obrero [se refiere a la especial dificultad que encontraban los sindicalistas para explicar su oposición a las largas jornadas de trabajo] […] [No obstante, reivindicábamos] sobre todo las reducciones de jornada, conseguir mejoras a nivel de, de descanso, de vacaciones… También nos pusieron un comedor donde pagábamos muy poquito, nos daban comida. Reivindicaciones más a nivel de este tipo.
La legalización como sindicato de CCOO confiesa haberla vivido:
…sin demasiada reflexión, las cosas iban pasando, entonces te ibas enrollando allí, ibas pasando y […]. Yo he conocido mucha gente, […] compañeras mías que estaban en USO, que estaban en otro [sindicato]. […] Yo creo que la permanencia para mí era muy importante… las cosas algunas veces no me gustaban pero bueno, habla que estar allí.
Con el resto de mujeres de su comunidad realiza reflexiones colectivas sobre política sindical. Algunas trabajan en el textil, un sector con gran presencia femenina, de pésimas condiciones laborales, mal remunerado y muy conflictivo. El colectivo, «cuando una está en lucha en su fábrica, veíamos a ver lo que podíamos hacer», confirmando que «eso de trabajar en el textil, donde eran […] en algunas cosas mucho más radicales que yo, mis compañeras también.» Al igual que no se ha sentido jamás presionada por los superiores de su orden, que «nunca se han opuesto ni nos han dicho por donde tenías que ir», sus relaciones con la política de partidos tampoco ha sido de militancia activa. En un sector en el que abundaban los pesos pesados del PCE, ella se mantiene al margen.
…bueno, tenía relación. Había unos que eran de Bandera Roja, otros que eran del PCE, otros que… Pero nunca… afiliación política, no me ha dado nunca por tener afiliación política y bueno, siempre… Yo digo que siempre he estado políticamente con el bando de los perdedores.
Tras la legalización de las centrales sindicales de clase, en la primavera de 1977, se abren nuevas perspectivas para aquellos que, sin olvidar la lucha por la mejora de las condiciones de vida y trabajo de la clase obrera de nuestro país, tienen una visión más solidaria con la humanidad y menos constreñida a fronteras arbitrariamente geográficas. Ascen entra en relación con CEDSALA, el Comité de Solidaridad con Centroamérica y África. Estamos en el tiempo de la revolución sandinista en Nicaragua, de la guerrilla del Frente Farabundo Martí en El Salvador y de otros movimientos de liberación en el llamado Tercer Mundo. Ascen, aprovechando las vacaciones de 1983, será una voluntaria más en Nicaragua, colaborando en las tareas de reconstrucción del país. Son los tiempos en que amplias vanguardias de izquierda de Europa occidental sienten que sus ideales transformadores de la realidad social han sido cercenados, también en la recién estrenada democracia española. Muchos ojos se volverán hacia América Latina. Nicaragua y El Salvador, al igual que Vietnam en los setenta, serán el objetivo solidario de esta década. Tras este primer viaje a Nicaragua, Ascen nos cuenta:
…ya me enrollé un poquito más también en CEDSALA. Bueno, recuerdo cosas, así que en la fábrica… a la hora de comer echar un discursito [dice riendo) sobre la solidaridad internacional y de salir con la bolsa a pedir dinero […]. En el 87 fui un mes otra vez a El Salvador y me pareció una realidad tan difícil y tan dura que no pensaba que me iba a ir. Pero los amigos con los que fui [me decían]: «Tú acabarás yéndote para allá», y yo decía: «Que no, que no», que todavía había muchas cosas que hacer en este país, que cómo me iba a ir. Pero luego empiezas a pensar y pensar y, en algún momento, algunos amigos me plantearon que era una huida, que aquí una estaba harta de la fábrica. […] Habíamos peleado en contra de la regulación de empleo y no habíamos ganado y luego ves que los jefes llaman… incluso a los… compañeros del sindicato que habíamos mantenido el puesto de trabajo, a los compañeros del comité (de empresa] y les sueltan pasta y se van…
En 1988 decide irse nuevamente a El Salvador, pero con fecha de caducidad: debía volver transcurrido un año, concretamente en julio del año siguiente. Esta vez se integra en el seno de una comunidad salvadoreña en la que solidaridad y cristianismo se unen. Aquí conoce la muerte de cerca y será el ejemplo de sacrificio de estas compañeras lo que le anime a continuar un tiempo más. No obstante, la ofensiva gubernamental de 1989 contra la guerrilla recrudece la situación. En ese mismo año la milicia gubernamental asesina impunemente a una comunidad de jesuitas. Miembros del ejército regular irrumpen en el domicilio de Ascen con ánimos poco amistosos. La prudencia aconseja una retirada. En febrero de 1990 retorna a Valencia. Tiene que transcurrir un año para que las cosas se serenen y repensar cual va a ser la decisión.
…cuando ya se calmaron un poquito las cosas porque ya había pasado más de un año y me tomé otro tiempito de reflexión, unos seis meses para ver lo que quería hacer, y decidí volver otra vez a El Salvador y desde entonces…
Ella piensa, aunque sin una total certeza, que quizás fue «una huida para adelante», pero en cualquier caso se muestra satisfecha de un trabajo que se centra en las comunidades rurales, con sus directivas y dirigido a las mujeres, adolescentes y niños de esos «pequeñitos pueblos». Es una labor de las comunidades cristianas de base que sobrepasa la misión pastoral para llegar hasta la social. Colabora con una ONG, Nuevo Amanecer, que es originaria del propio país y otra asociación hermana que sirve
…para coordinar y […] sobre todo la educación infantil con niños de tres meses hasta cuando van a la escuela, desarrollo comunitario y salud, sobre todo con medicina tradicional, […] la acupuntura, las hierbas… Bueno, yo creo que es importante. Yo digo que estamos echando parches muchas veces pero, como decía mi madre: «Más vale un pedazo feo que un roto hermoso». […] Mucha gente de la que trabaja en la asociación, ya sean promotores que salen al campo, educadores o algo, muchos de ellos han sido combatientes. Entonces yo creo que no es solamente el estar trabajando en una asociación sino que cuando hay que reivindicar por la salud, van a las marchas, se sale a cortar las calles contra el TNC [Triángulo Norte Centroamericano]. […] Hay que transformar la realidad también y seguir peleando. Entonces, ahí me encuentro.
Ahora vuelve en contadas ocasiones a España. Visita a los viejos amigos y a los compañeros del sindicato. Cuando se le pregunta por la valoración que le merece su etapa sindical en CCOO enfatiza, en sentido afirmativo, su satisfacción por la experiencia.
Bueno, yo creo que realmente ha sido una época importante. Que he descubierto y que he conocido mucha gente. Que, como todos, tenemos defectos y valores. Que unos, sobre todo yo, pienso que la amistad es una cosa bien importante. Que muchas veces yo tengo amigos que han cambiado de aquí, de allá y que después han vuelto y que después se han ido. […] Descontando todo eso, yo pienso que lo importante es todos los lazos de amistad que se han ido creando, igual con compañeros de la fábrica que todavía tengo, que con el sindicato. Que intentamos llevar una lucha por cambiar la realidad, que se ha conseguido como en El Salvador, que poco pero que ha valido la pena y que yo pienso que también aporta [dice sonriendo]. Me ha aportado madurez y herramientas para andar por la vida, ¿no?
JUAN PRADELLS (2004)