Anilda Jordá Peidró

Nace en Alcoi. El padre trabaja en el campo y la madre en casa. Estudia hasta os 11 años en un colegio religioso. De los 16 a los 33 trabaja en Carbonell, una gran empresa textil, donde toma conciencia sindical, siendo elegida delegada por CCOO. En 1988 ingresa en la administración de Germanine de Capuccini, empresa de cosmética que fue creciendo hasta superar el centenar de trabajadoras, donde vuelve a ser miembro del Comité de Empresa. No tiene afiliación política.

Testimonio recogido y comentado por Nora Cavaccini en 2003.

Anilda Jordá Peidro nace en Alcoi el 20 septiembre de 1953. El padre se casó en segundas nupcias con su madre, una «mujer muy dulce y muy discreta», y Anilda se encontró viviendo con dos hermanastros. La relación con ellos, según ella recuerda, al principio no fue muy buena. El padre no trabajaba pero tenía una masía y un negocio agrícola, y la familia vivía de ello. Su madre, persona «muy independiente» por un lado, y «apoyo muy grande» por otro, no trabajó nunca fuera de casa y entonces se encargaba de todo el trabajo doméstico. Hijos e hijas ayudaban en todo lo necesario. Anilda no recuerda mucho de la formación política de sus padres:

Yo no lo recuerdo porque era muy pequeña; no se hablaba de política. Franquista no era, eso desde luego lo tengo claro. Sé que no era franquista, pero no sé… tampoco se hablaba de política en mi casa. No éramos una familia exclusivamente religiosa. Fuimos a un colegio religioso porque en aquella época los buenos colegios eran religiosos, por los menos aquí en Alcoi. Los colegios nacionales eran un poco mas… no tenían a lo mejor la misma calidad en la enseñanza. Como mi padre podía, quería que sus hijos fuesen al mejor colegio, pero él personalmente no era una persona excesivamente religiosa.

Anilda se fue a las Paúlas y frecuentó el colegio hasta que la enfermedad del padre antes, y su muerte luego, le obligaron a dejar la escuela para empezar a trabajar, todavía jovencísima.

Yo estuve estudiando hasta los 11 años nada más […] Dejé de ir al colegio porque mi padre ya empezó a estar muy mal. No quería quedarse solo […] y mi madre pues contaba conmigo, que era lo único que tenía [.. ]. Luego empecé a trabajar porque, claro, como mi padre se murió. En aquella época no era obligatorio que tuviésemos seguro. No tenía seguro y cuando se murió mi padre no había sueldo que entrase en casa. Entonces nos movilizamos a trabajar y nada, luego fue, los primeros años no… [tuve implicación sindical] Cuando empiezas [a tenerla], entras en una empresa ya grande, empiezas a concienciarte de las cosas que pasan cómo son, por qué son.

Tenía 13 años cuando empezó a trabajar en una confitería perdiendo, más o menos en el mismo periodo, toda relación con la escuela y con sus compañeras.

Muchas […] pasaron de ser compañeras mías del colegio a no saludarme por la calle, porque era un colegio que entonces… ahora es un colegio más normal, pero entonces era bastante elitista…

Su vida está profundamente marcada por este precoz contacto con el mundo laboral: «A partir de aquí entré en el mundo de la realidad». No podría ser de otra manera, ya que una niña tan pequeña se encontró, desde el principio, cargada de responsabilidad, trabajando como cajera y cobrando solo un tercio de lo que cobraban sus compañeras, «que eran dependientas y que no respondían por ningún dinero y no tenían ninguna responsabilidad». A partir de aquí, muchas cosas cambiaron para Anilda: la condición general de vida y también sus relaciones personales.

A la edad de 16 años empieza a trabajar como aprendiza en la empresa Carbonell, donde estará hasta los 33 años. Es aquí donde su conciencia sindical y laboral se va formando, en contacto con la gente y con el lugar de trabajo. Una identidad como trabajadora tanto más fuerte si se considera que Anílda no quiso casarse en una época en que muchas empresas incentivaban a las mujeres a casarse, prometiendo la dote para que abandonasen el trabajo.

Me gusta mucho vivir. Me gusta mucho divertirme y me he divertido mucho. Pero no ha sido para mí nunca importante tener un marido y unos hijos, no me he visto nunca, la verdad […]. Yo conocía cuando trabajaba gente, pues eso, mis compañeras todas tenían novio o buscaban novio […] Mis amigas casi todas se han casado, pero se han casado porque se tenían que casar, pero no porque fuera una cosa que buscásemos. Éramos más modernas, para esa época […].

En la fábrica, por lo tanto, Anilda comienza a sensibilizarse; trabajando todos los días de ocho a doce y de dos a siete, se va dando cuenta poco a poco del ambiente laboral. Así recuerda, por ejemplo, algunas diferencias que existían entre hombres y mujeres. Unas eran menos evidentes:

[…] Teníamos prohibido fumar, cosa lógica porque estabas trabajando con telas, ,no? Pero, por ejemplo, los encargados y los mecánicos fumaban con las telas allí al lado también. Y en esa máquina concretamente podía fumar el chico y no podía fumar la chica, ¿cómo lo ves? A mí son cosas que se me quedaban y que decía: pero qué, ¿ésto qué es? ¡Que tontería! ;no? Porque lo mismo es fumar uno que otro, digo yo.

Otras eran diferencias económicas, salariales o de categoría:

[…] A ti te pagan lo que a ti te toca en tu categoría. Lo que pasa es que en esa categoría no pasas a más. Y, al mismo trabajo, la otra persona, el hombre, pues tiene una categoría superior. Luego, a ti te están pagando arreglo a ley, parece que no te estén discriminando, pero realmente cobras menos que el hombre. Y eso ahora creo que este pasando también.

Anilda se fue acercando al sindicato desde su primer contacto en el lugar de trabajo y no a partir de una formación o conciencia política: «yo nunca he sido de ningún partido, nunca me he afiliado a ningún partido». No pertenece a ningún movimiento feminista y el conocimiento de los problemas específicos de las mujeres en su actividad laboral lo ha adquirido por propia experiencia. Ella misma admite:

No me interesaba tanto, no profundizaba, digamos. Tenías claro que tenía que haber un sindicato, que tenía que haber un comité […] pero no me involucraba yo mucho.

El contacto con la militancia sindical está ligado a sus primeras relaciones con las compañeras de trabajo:

Cuando entré [en la empresa Carbonell], va era una empresa grande, había 400 o 500 trabajadores. […] Era una empresa muy grande y allí es donde yo empecé a saber cosas. Tenía compañeras que sus padres eran… Tenía en concreto dos chicas que eran hermanas, que su padre era sindicalista, y que a veces venían con un gran disgusto y es que su padre esa noche habían ido a por él, y lo habían encerrado y tal. Veías cosas que yo no había visto nunca. No creía que existían esas cosas. Ya, ya empiezas, pues eso, a ver cosas, a concienciarte, a ver que pasan cosas…

En particular, una maquinista que trabajaba en la misma fábrica de Anilda formaba parte del jurado de empresa, que no era un comité pero intentaba igualmente negociar con la empresa cada vez que había algún problema. Es por medio de ese contacto como Anilda llegó a afiliarse al sindicato:

[…] A mí, como era maquinista mía una de las componentes. pues hablábamos. Empiezas a ver cosas… […] en Carbonell los dueños ya no estaban, había un director de empresa, gerente. Entonces, según el gerente que hubiese, era una persona dialogante o no lo era. Entonces las cosas eran justas o no lo eran en función de que uno tuviese esto. ¿A santo de qué? Veías cosas que decías esto habrá que tener un algo que esto lo regule, aquí todo el mundo puede, puede ser igual, que no dependas de caer mejor o uno que a otro. Empiezas ahí a ver todo eso. Luego ya, cuando se murió Franco, cuando se legalizaron los sindicatos, primero nos afiliamos, luego, el grupito que nos hacíamos más nos quitamos, porque la delegada que había entonces no nos acababa de gustar y nos borramos.

Más tarde, en periodo de elecciones sindicales y a raíz de su asistencia a unas charlas de Paco Valor, entonces Secretario General de CCOO en Alcoi, Anilda decidió con otras compañeras de trabajo presentarse a delegada. En aquel momento ya había en la empresa más de un sindicato: Comisiones, UGT y CNT. La decisión de presentarse por Comisiones fue muy personal y debida a su mejor conocimiento de Comisiones por su relación personal con las mujeres que trabajaban con ella:

Era que yo, por ejemplo, yo conocía mucho más a las de Comisiones que a los de UGT. Allí el que había más conocido de UGT estaba en otra sección y yo lo conocía menos, conocía más a los de Comisiones. El de CNT que había, el pobre tenía poca gente con él, entonces hizo poca cosa. Entonces estas chicas que eran de Comisiones estaban en la confección, que era donde más mujeres habíamos. Nos afiliamos muchísimas. Entonces ibas a las que conocías personalmente, porque entonces no tenías referencias, digamos.

En el año 1983, más o menos, la empresa Carbonell cerró aunque, como recuerda Anilda, era «una empresa que tenía unas instalciones estupendas, una empresa moderna que funcionaba muy bien». Hubo despidos e indemnizaciones a la gente para que se jubilase anticipadamente o para que se marchase a otra empresa. La Carbonell se trasladó a Albacete. No todos pudieron seguir trabajando en la empresa desplazándose con ella: una diferencia sensible existía entre quien tenía familia y quien, como Anilda, estaba libre de vínculos afectivos:

[…] Si se iba a Albacete yo me iba también porque no tenía ni marido ni… y aunque aquí dejaba a mi madre y mi hermano, pero bueno, Albacete tampoco es que esté al otro lado del mundo. Pero hubo mucha gente que casada, que hijos, que tal, pues, claro, hubo mucha gente que se buscó trabajo en otro sitio y se fue.

Lo que pasó con la Carbonell, de todas formas, tuvo lugar en un periodo de crisis económica en toda España. Anilda participó activamente como delegada del comité en la negociación y resolución del expediente de crisis y cierre de la fábrica de Carbonell en Alcoi: «Bueno, fuimos negociando como pudimos y pienso que lo hicimos lo mejor que pudimos y todo el mundo sacamos el máximo de indemnización para todo el mundo…»

Recuerda que en ese periodo empezó a afiliarse mucha gente, sobre todo a Comisiones y a UGT, y ella atribuye el fenómeno a los tiempos de crisis:

Hombre, se afilió porque se veía, y… normalmente cuando se ve con el agua al cuello es cuando le da, ¿sabes? Si no… La gente es cómoda. Yo ahora mismo lo estoy viendo, donde estoy trabajando ahora. Te votan: «Pues mira, como una hormiguita, tú, como estás en el Comité, lo arreglas todo». Si te equivocas es que lo has hecho mal. Y si lo haces bien, es porque es tu obligación. Pero bueno, esas son cosas que con el tiempo llegas a convivir con esto y a pasar mucho y ya está. Pero claro, cuando llega una cosa así es cuando la gente se mueve.

Cuando la empresa cerró, Anilda, que «no tenía cargas familiares», se dedicó por mucho tiempo a «preparar oposiciones para el ayuntamiento, para la Seguridad Social para todo lo que se me ponía a tiro», gastando todo el dinero del paro también para frecuentar clases de informática. Luego, cuenta, «me salió un trabajo mejor, que si no hubiese tenido esa preparación no lo hubiese podido hacer». Se empleó en una empresa de cosmética, la Germaine de Capuccini, ocupándose, temporalmente, de enviar tarjetas postales para la campaña de Navidad.

Yo empecé así, me conocieron así y cuando ese año, no me acuerdo cuál… era el 88, por el mes de julio, resulta que hicieron una remodelación. «Total, que había un montón de archivo para guardar, porque venga buscar cosas que no encontraban y tal. Entonces me hicieron un contrato de un mes para poner en orden el archivo. Entonces yo subí, hice ese contrato de un mes y en el mes de agosto yo me fui a mi casa. Cuando se incorporaron en septiembre, me llamaron por teléfono que había una persona en comercial que se tenía que hacer una baja y sustituirle otra. Había en administración una vacante para cubrir, de momento una persona que se fue de baja por maternidad, si me interesaba. Yo dije que sí. Fui, aún estaba yo presentándome a oposiciones aquí y allá, pero bueno, dije que sí y subí. Entonces ya me hicieron un contrato, no sé si aún existe ese tipo di contrato, renovable cada 6 meses hasta 3 años, a los 3 años te quedabas fijo o te ibas.

Como la empresa estaba creciendo, Anilda se quedó en administración, en el sector del marketing. Como ella, muchas mujeres trabajan en la misma empresa, a veces con encargos de relieve, aunque la mayoría de los departamentos están dirigidos por hombres:

En los departamentos ya hay bastantes mujeres. Por ejemplo, en marketing, hasta el año pasado por mayo, estaba dirigido por un hombre que se jubiló y la persona que han puesto sustituyéndole ya es una mujer. Luego en laboratorios pasó lo mismo: había un hombre dirigiéndolo, pero hace muchos años, unos diez o así hubo problemas, y la persona que lo sustituyo fue su segundo, su mano derecha digamos, que era una mujer. Entonces ya hay bastantes departamentos… Publicidad también lo dirige una mujer… Pero luego los demás ya están dirigidos por hombres. Personal es un departamento un poco fantasma, porque hay un departamento que parece que sea de personal, pero no toma decisiones en realidad, o sea… es un hombre. Luego en comercial también es un hombre, administración también es un hombre, financiero es un hombre… O sea, los departamentos más así, digamos…

Anilda, paralelamente, siguió su afiliación a CCOO. Como delegada del comité de empresa:

En un principio en Germaine, cuando entré aquí, no había comité de empresa, nadie quería ser, no hacía falta, negociaban con la empresa y tal. Claro, fue creciendo yo que sé, cuando entré, yo no sé ¿que podíamos ser? ¿40 o 50 personas? Pasó en un momento que éramos 100 personas. Fue creciendo y no era nada fácil ponernos de acuerdo unos con otros, y todos con los jefes. Ya empezaron a mover el tema tal. Entonces vinieron a hacer charlas de UGT y de CCOO, vinieron además juntos. Yo ya me presente, y ya como la gente que se presentó la busqué yo, era gente que yo conocía.

Cuando Anilda empezó a trabajar, la empresa Germaine era todavía muy pequeña. Nadie le preguntó si estaba afiliada a algún sindicato ni qué tipo de relaciones afectivas tenía, aunque era posible entender que no estaba casada. Probablemente, afirma Anilda, si el jefe hubiera conocido su afiliación no la habría aceptado. Pertenecer a Comisiones, en efecto, comporta un conflicto con la empresa. «Fatal», subraya Anilda, «todos los del Comité nos llevamos fatal con la empresa. A mí el director de la empresa ni siquiera me habla. Hasta el punto de decirle buenos días y no contestarme». Como explica ella misma, el hecho de pertenecer a un sindicato sobre todo en un sector, como aquel del marketing, que no está todavía muy tipificado en los grupos proksio-nales, la desfavorece en parte: «Si yo no fuese del Comité, yo sé que a estas horas ya me hubiesen subido, si no el grupo profesional, sí el sueldo, seguro, pero siendo del comité lo tengo claro y asumido que no». Sin embargo, Anilda nos cuenta que no ha sufrido particulares presiones en la empresa, aunque su función de delegada la lleva frecuentemente a hacer uso de las horas sindicales para tornar parte en la negociación de convenios. Un derecho del cual no todos se sirven:

[…] Mis compañeras de comité aún les da miedo cogerse horas sindicales. Lo que pasa es que yo lo tengo muy claro: son horas de trabajo, yo se lo he dicho, son horas de trabajo y no pueden… Entonces, yo en los congresos que he ido he cogido días enteros, a una asamblea que hubo el viernes pasado, que vino Fidalgo, que fuimos a Cocentaina y cogimos un día entero, a mí no me han… A mí no me ha dicho nadie nada.

La empresa en la cual trabaja, según ella, es muy moderna:

Se hace todos los años una auditoría y una de las cosas que se han empezado a hacer es una convención interna de empresa de los trabajadores donde nos explican el funcionamiento de la empresa, los adelantos que se han hecho, lo que hacen por el medio ambiente.

No obstante eso, Anilda consigue sin embargo muchas reivindicaciones como delegada del comité, cada vez más fuerte porque «nos han votado mucho». Dejando entender que no todos eran conscientes de su derechos:

Antes, cuando era una empresa pequeña, casi nadie, o sea, todo el mundo se cogía lo que era catorce semanas, pero luego la reducción de jornada […] la excedencia de un año con reserva del puesto de trabajo… Todo esto no se hacía. […] Es que entonces ya empezó a haber gente que quería y claro, no lo negaban pero no lo daban, o te ponían pegas, o les decían a lo mejor: es de ley, pero la dirección de la empresa puede tomar aquí… Y había un tira y afloja. Entonces decidimos por aquí presentarnos, y claro, en esto sí que el comité ha hecho bastante hincapié, y de hecho hoy se respeta a todo el mundo lo que.. …la media hora de lactancia, todo eso ahora se respeta. De hecho, según el convenio, la reducción tiene que ser de un tercio a la mitad de la jornada, y hay muchas que solo les hace falta una hora para llevar a su hijo al colegio. Hicieron un intento de forzar por ahí: o te coges menos… pero cuanto menos das menos cobras. Nosotros lo que hemos ido diciendo a la gente es decir: vale, si tú me dices que no quieres que coja reducción por si te hago falta, y solamente pido una… En fin, nos fuimos metiendo por ahí y la verdad es que ahora no hay problema. La gente se coge lo que necesita y ya está, la excedencia, la reducción y lo que sea. Ahora es una cosa que se hace ya como cosa normal. Si no hubiese comité, no lo harían. Eso está súper claro.

Actualmente Anilda se encuentra menos combativa que en el pasado. Muchas cosas en su vida vienen determinadas por su precoz incorporación al mundo del trabajo y por las experiencias que de ahí derivaron; una condición muy dura, aunque «te das cuenta después». Desde esta perspectiva tiene que ser considerada también su participación en el sindicato:

Hombre, yo pienso que para mí es necesario, porque está visto que regalarte nadie te regala nada […]. Hay que estar ahí, por lo menos para que vean que estás, y que no eres un tonto, y que te das cuenta de las cosas cómo son, y no me tomas el pelo, no me lo tomas porque no me lo dejo tomar y hasta aquí llegamos.

NORA CAVACCINI (2004)

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